DANIEL SANTILLANA

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CREACIÓN Y ESTILO DE DANIEL SANTILLANA

Vive en Toledo un artista que tuvo la fortuna, siendo todavía jovencito, de poder contemplar horas y horas las obras admirables que se exhiben en la magna sacristía de nuestra catedral. En sus frecuentes y obligadas visitas como alumno del Colegio de Infantes (todavía en su sede tradicional de la Bajada del Barco), Daniel Santillana pudo dirigir sus ojos a grandes pinturas del Renacimiento y del Barroco, desde el delicado tróptico de Juan de Borgoña y el imponente San Juan Bautista de Caravaggio al Prendimiento de Jesús en el Huerto del genial Goya, pasando por las afortunadas réplicas de Rafael de Urbino, Tiziano, Velázquez (retrato del cardenal Borja) y una obra maestra de El Greco, el celebrado Expolio de Cristo. Todo lo miraba con atención Daniel Santillana, con un inicio de ese análisis expontáneo que no ha perdido nunca.

Conozco a Daniel Santillana desde hace muchos años. Sé de sus estudios de Bellas Artes en Sevilla, contempló con atención su primera exposiciión personal en las salas del Museo Sefardí, hace ya tiempo. Me agradaron sus dibujos para ilustrar algunas leyendas toledanas, y alguna pequeña estatuilla en la sala Tolmo, de Toledo. Ya en su madurez, me deleitaron sus obras recientemente expuestas en una sala de Arte moderno, el año pasado, 2003.

En mi concepto, Daniel Santillana es un artista con clara vocación de estilo y un auténtico creador, con suficiente experiencia y un encomiable sentido crítico. El logro de todo ello es lo que llamamos un estilo propio.

El necesario estudio de los estilos, que la historia del Arte nos muestra, es el propio de toda la evolución de las formas del Arte en cada siglo. El estudio de la historia del Arte nos enseña mucho, porque nos inserta en las grandes escuelas del pasado, porque nos descubre las causas de cada estilo pretérito. Con ello podemos avanzar hacia un estilo moderno, actual, propio y personalísimo.

Se ha dicho con razón que "el estilo es el hombre", y el hombre es el reflejo fidelísimo de nuestro tiempo, aquí y ahora, captado por el alma y la mano de cada artista. Nos alegra que Daniel Santillana, ya maduro para el Arte, sea un pintor con vocación y goce de estilo propio. El estilo es el hombre.

Como poseedor de un estilo propio y una personalidad de creador, se puede decir que Daniel Santillana es un auténtico "poeta" en el sentido originario de esta palabra griega. Hay algo culturalmente tan revelador y tan lleno de matices que el verbo "hacer" (poiéo), de donde se deriva poesía?. En el idioma de Homero y de Platón, "hacer" (poiéo significaba construir, engendrar, producir, realizar, dar a luz, ser eficaz, componer, inventar, crear, en una sola palabra.

Todos los verdaderos artistas - tanto de la pluma como del pincel - han sentido dentro de sí mismos la vocación y el calor de la poesía, de la obra creada y bien hecha, teñida más o menos de sentido crítico, y dotada de un estilo propio. Permítaseme aludir y cifrar algunos casos geniales, y por ello mismo bien reveladores de lo que digo, dejándome llevar de mis propios criterios de valoración.

Recordemos el caso de un fra Angélico de Fiésole, recreador de todo un mundo de increíble belleza, iluminador de las escenas de la vida de Cristo; de un Sandro Boticelli, primaveral y delicado; de un Rafael de Urbino, instalado en su juvenil perfección; de un Miguel Angel escultor y pintor, altísimo poeta. Más recientes tenemos a nuestros Velázquez y Goya, cumbres de la pintura española; Goya, en su conservado epistolario, nos descubre las intimidades de su fuerte personalidad. Recordaré asimismo a Manet, dentro del influjo goyesco, de quien se ha dicho que fue "mitad periodista, mitad poeta"; y a Vincent Van Gogh, crítico de si mismo hasta la exageración, cuya carencia de afecto le llevó, por desgracia, a la radicalización y a la locura.

Pero muy cerca de nosotros, en nuestro Toledo eterno, tenemos un caso claro de pintor creador:

El Greco. Hombre muy cultivado y verdadero filósofo (de raigambre helena, aristotélica), nadie llevó su inicial bizantinismo a cotas más altas de perfección como el Greco, creador sublime de escenas celestes, de luces increíbles, de bocas del infierno, de rostros y retratos insuperables, de creación de estilo propio a partir de los colores encendidos de la escuela veneciana.

Tal vez me exceda demasiado en esta disgregación pedagógica y emotiva, si me dejo llevar de la mano de un poeta, Jorge Guillén, de la generación de 1927, en esta consideración de nuestro Greco. Tiene Jorge Guillén un sentido poema, trabajado y revelador, en que une plásticamente al genial pintor y a Toledo, y quiero aquí reproducirlo en parte:

¡Toledo!

Al amparo del nombre y su gran ruedo

-Toledo, "quiero y puedo"-

convive en esa cima tanto estilo

de piedra, con la luz arrebatada....

Está allí Theotocópulos cretense,

-de sus visiones lúcido amanuenseque

a toda la ciudad presenta en vilo,

toda tensión de espada

flamígera, relámpago muy largo:

alumbra, no da miedo.

Jorge Guillén ha captado poéticamente los fulgores y colores de la pintura del Greco:

Filo de algún fulgor que fue una hoguera,

siempre visible fibra,

zigzag candente para que no muera

la pasión de un Toledo que revibra,

todo infuso en azules, ocres, rojos,

el alma ante los ojos.

(Bien. Cortemos ya esta larga disgresión historicista)

Repasemos aquellas características que pueden dar una idea más justa y exacta de la obra pictórica de Daniel Santillana.

Nuestro artista, en estos últimos años, ha centrado su pintura en el paisaje urbano de Toledo. De ello hay ya una larga tradición, que se inicia con los códices medievales y alcanza su consagración con el lienzo de Dominico Greco "Vista de Toledo bajo un cielo de tormenta" hoy en el Metropolitan Museum de Nueva York. Desde entonces los artistas han captado vistas panorámicas o rincones típicos de Toledo, sobre todo en la pintura contemporánea.

Daniel Santillana tiene predilección por un barrio antiguo y siempre vivo de la Ciudad Imperial, las calles que parten de la Catedral y de la plaza del Ayuntamiento y descienden hasta el río Tajo, y permiten esas vistas desde la iglesia de San Justo o de San Lucas hasta la bellísima iglesia de San Andrés, y a sus pies los templos de San Torcuato (¿tumba del Greco?) y San Bartolomé, bordeados por el Corredorcillo de este nombre, entre casas con jardines y viejos cipreses altísimos. Es un gran barrio toledano, habitado en otros siglos por familias de modestos artesanos y comerciantes, en callejuelas donde la vida se remansa, hogares de los protagonistas de las tres culturas -laboriosos mudéjares, cristianos acendrados de tradición mozárabe, hebreos conversos- que vivían entremezclados junto a múltiples iglesias y conventos -San Lorenzo, Jerónimas de San Pablo, San Juan de la Penitencia, las Benitas...- casas con patio humilde o mansiones de clérigos distinguidos o de nobles opulentos (allí nació el futuro cardenal Niño de Guevara, retratado por Theotocópuli), y con algún que otro rincón vergonzante y celestinesco, apenas disimulado.

Daniel Santillana ha plasmado en sus cuadros la visión de este gran barrio, "su barrio", desde el sentimiento de sus propias vivencias. En estas obras ha forjado su estilo; ha partido de un constante análisis naturalista, hasta depurar un contenido simbolista. Daniel pinta desde sus experiencias vividas en su niñez, desde sus raíces, como un continuo renacer de sí mismo. Con gran libertad de técnicas. Se percibe que su estilo es sólido, con perfiles nítidos, que recuerda la técnica de la xilografía. Se percibe también el deseo de expresar una luz fiel y conocida -¡ que amaneceres goza Toledo ! -; unos colores amados, que bañan aquel laberinto de callejuelas donde se realiza el diario tejer y destejer de las ocupaciones familiares, los pasos cotidianos que han de recorrer nuestras gentes en su obligado trajinar.

Hace más de treinta años vino a Toledo el célebre crítico Juan Antonio Gaya Nuño para escribir una nueva guía turística de Toledo, de la Editorial Everest. Se perdió por este barrio, y por sus paisajes urbanos. Escribe: "alguien se preguntará si no piensa el autor referirse al secreto de Toledo. No. No entiendo de secretos ni de tópicos inventados, en este caso por Barrés. La magnitud histórica de Toledo debe estar patente a todos, y para que lo esté trabajamos, lejísimo de cualquier prurito de misterio". Y aconseja al turista que venga sin prisa, "métase por la calle o calleja menos prometedoras de historia, siga andando, tuerza a derecha o izquierda, a su arbitrio, y piérdase con la seguridad de que está cumpliendo el mejor mandato para conocer la ciudad". Y dedica un capitulillo que lleva como título "Sobre cuantísimo conviene extraviarse en Toledo". Los toledanos podemos certificar que el gozo de perderse por este barrio del Colegio de Infantes o por los cobertizos de Santo Domingo el Real -si es de noche o de madrugada, tanto mejor - nos puede deparar el conocimiento de mil insospechados toledos, que las obras de Daniel Santillana nos ayudarán a sentir o a recordar.

J. Gómez-Menor

Toledo Junio del año 2004

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