TOLEDO: UNA IDEA.
Una inteligencia insumisa procedente del éter vagaba aleatoriamente sobre la corteza terrestre; sin designio, obligación, certeza, destino o querencia. Al vaivén de sus propios impulsos eléctricos, sobrevoló macizos montañosos, valles, desiertos, mares, océanos y más cordilleras y nuevos mares y áridas planicies. Hasta el día en que sintió la atracción sin precedentes por un peñasco aislado, separado por un rio de un conjunto de colinas, a su vez circundadas por la caudalosa corriente de agua. La inteligencia procedente del éter se ancló al peñasco, más tarde nombrado como Bu y resuelto el problema del agua por aquel rio que acabó siendo Tajo, aquella inteligencia, tras colonizar el cerro Bu, acabaría expandiéndose a las aisladas colinas adyacentes para configurar, sillar tras sillar, ladrillo tras ladrillo, la sin par, la mítica, la exotérica ciudad de Toledo.
Daniel Santillana